jueves, 3 de marzo de 2011

RECTA FINAL

Los decentes tienen todo muy difícil, pocos tendrán suficiente para pagarse una residencia

Después del Instante Inexorable de la muerte del padre de Juan, mis personajes, que no quieren dejar de sentir dolores, dicen que ven llegar la jubilación, y lo hace muy deprisa, a pesar de venir cargada con una mochila llena de incertidumbres.

A sus edades, deberían atisbar un horizonte placentero, de esperanza, después de tantos años cotizando, pues no. Dándole vueltas a la imaginada rueda del futuro, su porvenir no parece muy halagüeño. De los hijos, según está el mundo, no esperan mucho, y de los “estados de malestar” intuyen mucho palo y poca zanahoria.

Con estas perspectivas, temen el momento en que, por desgaste físico, tengan que depender de terceras personas. Juan Cruz, el protagonista de La otra mirada, apostilla que, además de la pena de verse en un estado decrépito, hay que pensar en el dineral que costarán los cuidados de los mayores. Todos no van a tener la suerte de Zacarías, del que se ocupa Glori y le paga una buena residencia. Ninguno de esta pandilla espera algo así, y ninguno tendrá suficiente para pagarse esos gastos con la pensión y los escasos ahorros que puedan tener.

El protagonista de El camino que no era, desde el otro lado de las rejas, que por no tener no tiene ni nombre, dice que los decentes lo van a pasar muy mal. Sin embargo él, un ratero de tres al cuarto, se ríe del mundo: sin cotizar ni pagar impuestos, tiene resuelto eso de la residencia. Pronto quedará en libertad, pero asegura que ya sabe cómo volver a la cárcel para disponer de techo, comida, médicos, cultura... Todo gratis, a costa de los que pagan al fisco, que, por falta de posibles, no quieren hacerse viejos. Los contertulios se han enfadado mucho, claro, pero alguno ya está pensando cómo robar la caja de Hacienda o secuestrar a un ministro.
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NOTA: Para una mejor comprensión del texto hacer clic sobre lo escrito en rojo y leer.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Alejandro estas en todo y que sepas que yo te voto para que vayas a rebelarte donde sea para explicar lo que esta bien o mal. Con un par. Que razon tienes cuando dices que la gente buena se tiene pagar todo y los delincuentes tienen todo pagado. Manda, manda, manda eso.
Eres un fenómeno.

Luis Martin

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, Luis, por ese voto de confianza que me das. Sé que es tan grande como la amistad que me regalas, pero bien poco haría yo solo con tu mandato y muchos como el tuyo. Esto es una labor de todos, una suma de voces unidas que, después, sí, tendrían que estar representadas democráticamente.

Lo que nos dicen los personajes que cito, mostrándonos sus emociones y actitudes, es un ejemplo más de las injusticias que padecemos: el malechor lo tiene todo pagado, los contribuyentes de bien tienen que pagar lo suyo y lo de los demás, íncluidos los gastos generosos de manutención y un larto etcétera de los delincuentes.

Un abrazo.

Alejandro

Toñi dijo...

Alex, somos muchos, muchísimos, los que pensamos así... Te pongo a continuación un correo que me han mandado.
Muchos besos.



¡Qué gran idea sería! :

Colocar a las personas de edad en las cárceles y los delincuentes en las residencias de ancianos.

De esta manera, nuestros ancianos tendrían acceso a una ducha todos los días, al ocio, paseos, medicamentos, exámenes dentales y médicos regulares. Recibirían sillas de ruedas, etc.
Recibirían el dinero en vez de pagar por su alojamiento.
Tendrían derecho a la vigilancia continua por vídeo, por lo que de inmediato recibirían la asistencia después de una caída u otra emergencia.
Sus camas se lavarían dos veces a la semana, lavada y planchada la ropa con regularidad.
Un guardia vendría cada 20 minutos y les llevaría sus comidas y sus bocadillos directamente a su habitación.
Tendrían un lugar especial para recibir a su familia.
Tendrían acceso a una biblioteca, sala de ejercicios, terapia física y espiritual, así como la piscina e incluso la enseñanza gratuita.
Pijamas, zapatos, zapatillas y asistencia jurídica gratuita bajo petición.
Habitación, privada y segura para todos, con un patio de ejercicios, rodeado por un hermoso jardín.
Cada hombre de edad tendría derecho a un ordenador, televisión, radio y llamadas ilimitadas.
Tendrían una "junta directiva" para escuchar las quejas y los guardias tienen un código de conducta que debe respetarse!

Los delincuentes tendrían platos fríos, se quedarían solos y sin vigilancia. Las luces se apagarían a las 20: 00 horas.
Tendrían derecho a un baño a la semana (¡y mas todavía!), vivirían en una pequeña habitación y por la que tendrían que pagar al menos 1.500 euros por mes, ¡sin esperanza de salir con vida!

¡De esta forma habría justicia para todos!

Alejandro dijo...

Gracias, querida Toñi, por tu fidelidad, por la compañia que me haces y por lo que aportas a esta humilde trastienda de la reflexión.

Estamos rodeados de injusticias. Lo que yo pretendía sugerir en el artículo lo confirma el texto que compartes. Es cierto, cualquier preso está mejor tratado y le asisten más derechos y con más calidad que a un mayor, que el único pecado de su vida ha sido trabajar y pagar. Y tiene que seguir pagando para que no sea un indigente. El otro día, un lector, como consecuencia de lo escrito, me comentaba por teléfono que los chinos, cuando son mayores, hacen eso: buscan la comisión de delitos para que les detengan y pasen el resto de sus días con las necesidades más elementales cubiertas.

Estamos construyendo un mundo al revés. Hay poco, amiga Toñi, que sea como debería ser. Y lo peor: no se ven muchas iniciativas encaminadas a cambiar nada.

Como siempre, muchos besos y abrazos.

Alex