jueves, 28 de abril de 2011

INDIGENTES

El alcalde de Madrid  quiere prohibir el uso privativo de los espacios públicos

He traído a los indigentes hasta estos arrabales de la reflexión animado por el comentario que puso mi amigo Emilio Porta en la entrada que titulé Limpieza municipal (y III).

En la vorágine desenfrenada de la precampaña electoral, el alcalde de Madrid quiere limpiar las calles de mendigos. Para ello, ha pedido una ley estatal que prohíba “hacer uso privativo de los espacios públicos”. ¡Ahí queda eso! Tanto el señor Gallardón como la señora Aguirre dicen que “no se entiende por qué los indigentes prefieren dormir en la calle habiendo plazas libres en los albergues”, y a la vez recortan un 27% las subvenciones destinadas a estos servicios.

Respondiendo a esas palabras y decisión, los sintecho han dicho: “preferimos pasar la noche al raso porque en los albergues no hay tranquilidad, hay pocos empleados y necesitamos algo más que una cama”. Por su parte, trabajadores sociales y ONG aseguran que “los albergues de Madrid, además de insuficientes, son como almacenes, donde solo se da una atención de emergencia, con pocos recursos”.

Hay discrepancias entre las opiniones de unos y otros. Cada cual sacará sus conclusiones, todas serán respetables; pero lo más sangrante es que, gastando los dinerales que se gastan en guerras, en trajes, en crear empresas fantasmas y en otros trinques, haya seres humanos que duermen en la calle.

La libertad del individuo le permite pernoctar donde le plazca, mientras no quite la cama a nadie, pero cuando alguien opta por pasar la noche a la intemperie, en pleno invierno, su enajenación mental está decidiendo por él, y esto es algo muy grave. Llegado ese momento, las autoridades deben pensar en algo más que en los albergues; sobre todo, en tomar soluciones eficaces y olvidarse de leyes que no sirvan para nada.

jueves, 21 de abril de 2011

TERRAZAS

"Los pobres hosteleros, bien castigados ya, ahora tienen que afrontar nevos gastos"

Parece que cuestiones importantes como las que afectan a los mayores, condenados a la escasez de residencias, cada vez más caras, quedan veladas por otros asuntos, quizá creados para distraer las miradas insidiosas. Los capitostes de turno se equivocan, pues en el pecado llevan su penitencia.

En estos días se está hablando mucho de la instalación de terrazas exteriores en locales de hostelería. Nada nuevo. Es el paisaje que empieza a instalarse en nuestros pueblos y ciudades con la llegada del buen tiempo. Sin embargo este año, los manoseados barros de la Ley Antitabaco han traído pucheros tempranos, abundantes y con guisos para todos los gustos. De momento los medios municipales, los de comunicación y los de asociaciones gremiales solo se han hecho eco de lo que importa a las cajas registradoras de los distintos negocios: medidas de la ocupación, solicitudes, licencias, uniformidad en el diseño, publicidad, ornamentación complementaria y otros detalles que comparan nuestros bares con los de Londres, Paris o los países escandinavos. Y todo, como decía, para obligar a los pobres hosteleros, bien castigados ya, a afrontar nuevos gastos.

Más valdría que los encargados de firmar normas y leyes pensaran más en la contaminación ambiental —acústica— y, sobre todo, en la buena convivencia y armonía de la vecindad. Digo esto porque, la otra tarde, casi calurosa, cuando televisaban un partido, el dueño de un bar periférico se las ingenió para que sus clientes fumadores siguieran el encuentro desde la terraza. El ruido del aparato y las voces de los más entusiastas, al parecer, molestaron a algunos vecinos y se organizó la bronca que nunca debió empezar. Ojalá solo sea un caso aislado, pero que sirva a la hora de legislar.

¿Otra Ley? Si, pero por favor, que sea justa y eficaz.

jueves, 14 de abril de 2011

LIMPIEZA MUNICIPAL (y III)

El poder de los Euros siempre está en manos de los que más trienen

Las limpiezas planificadas desde los medios municipales no cesan. En Madrid todavía quedan lodos en torno al chabolismo, que el actual gobierno municipal prometió erradicar en 2011. No está siendo fácil, y eso que desde 2003 han desmantelado 1970 chabolas y realojado a más de 4000 familias. Muchas almas parecen. Son datos políticos y, por tanto, poco fiables. Tampoco hay que fiarse de la cifra confesada en ese enjuague: 14,2 millones de Euros dicen que se han gastado.

Este jalbegado está levantando mucho polvo. Madrid no está limpio de chabolas, ni mucho menos, digan lo que digan. En las postales turísticas no se ven, claro; ni en el “Madrid Río”, ni en la playa fantasma del Manzanares, que es lo que ahora toca vender. El Ayuntamiento destruye las infraviviendas del sur y los gitanitos se van al norte. Luego, cuando estorban otra vez, los realojan en viviendas sociales. No a todos, solo a unos pocos, los justos para lavar la conciencia municipal. Y esto, ya se sabe, produce ampollas que escuecen a los madrileños parados que no pueden pagar sus hipotecas. Así es comprensible, y lamentable, que se pierda el sentido de la solidaridad en la misma medida en que disminuye el poder adquisitivo. Los contribuyentes no ven con buenos ojos que otros se beneficien de los impuestos que ellos pagan.

Como los ciudadanos ya no se fían de casi nada, cualquiera puede pensar que este fregado tampoco se enjabona con la pulcritud y la salvaguarda de los derechos humanos de los que más sufren, sino con los dinerales procedentes de los terrenos recalificados donde estaban las chabolas, que se están destinando a la construcción de viviendas caras o a la ampliación de zonas industriales. Lo de siempre. Más mentiras y el poder de los Euros en manos de los que más tienen.
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jueves, 7 de abril de 2011

LIMPIEZA MUNICIPAL (II)

Con eficacia desaparecerían las putas y los putos de los mapas callejeros.

Continuando con la limpieza del pasado jueves, algunos candidatos autonómicos y municipales están pensando en erradicar la prostitución de calles, parques, polígonos y cunetas; sobre todo en distritos donde los votantes pueden quitar y poner. Ese fregado urbano, además de difícil, será poco eficaz. Tampoco servirá de mucho la decisión del Consejo de Estado, que intenta suprimir los anuncios de prostíbulos en la prensa, como si eso fuese una solución.

Una iniciativa así es motivo suficiente para suspender a nuestros políticos y no votarles; a ninguno, por mucho que quieran mantener o conseguir el sueldecito oficial. Sin pensar mucho, se deduce que para acabar con la prostitución callejera lo mejor es legalizarla en toda regla: con papeles, con derechos y también con obligaciones. Conseguido esto, sería el momento de prohibir ese comercio en plena calle, igual que se prohíbe lavar los coches en la vía pública. No debe ser complicado.

Admitida la prostitución como un trabajo más, el paso siguiente sería ubicarla, como cualquier otra actividad, en lugares apropiados, como hacen en Ámsterdam, por ejemplo. Así se solucionarían muchos problemas. Para ello hay que censar a las/os profesionales que elijan ejercer libremente, y después proteger, pero de verdad, no como hasta ahora, a quienes practiquen el oficio por necesidad y bajo presiones de mafias y proxenetas, que exigen firmar a sus explotados —chicos y chicas— hasta la renuncia a la vida.

Esa limpieza de chulos y maleantes no será fácil. Tampoco será barato cambiar la suerte de las víctimas, pero con una legislación adecuada y parte del dinero que se gastan en las guerras, que no deberían existir, desaparecerían las extorsiones y las putas y los putos de los mapas callejeros.
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