jueves, 24 de marzo de 2011

EL PRECIO DE LAS GUERRAS

Mintras no depongamos las alarmas no encontraremos la felicidad.

Cuesta trabajo entender para qué sirven las guerras. No sabemos muy bien cómo empiezan, pero siembre vemos sus resultados finales: grandes pérdidas en cada batalla ganada, aunque el bando vencedor haga muescas triunfales en su sarta de medallas, con el cuchillo de matar.

Mientras no depongamos las armas y luchemos solo con el diálogo, no conseguiremos aproximarnos a la felicidad. Si seguimos matando, no servirán para nada los esfuerzos que hacemos por conquistar todo, porque ese todo solo será sufrimiento y pobreza. Que pregunten a los libaneses de Bengazi, Al-Marj o Ajdabiya, ciudades devastadas de Libia.

Producir esas ruinas, materiales y humanas, habrán costado dinerales incalculables, y más, mucho más, reparar los daños causados. Los gobernantes que mueven los hilos de la UE y la OTAN no piensan en eso; les atrae más emplearse en conseguir el mando militar contra Gadafi. Enzarzados en ello andan los unos y los otros. ¡Qué vergüenza!

Si los responsables fuesen normales, y en lugar de hacer negocios con las vidas y otras monedas de cambio condenable, sumaran todos los presupuestos bélicos de sus respectivas naciones y supieran ver lo que se puede hacer con tanto, a lo mejor no disparaban ni un tiro. Eso contando con que sus corazones tuviesen un pálpito —solo uno— de sensibilidad.

Según información reciente de la Ministra de Defensa, Carmen Chacón, la participación de los ejércitos españoles en esta guerra de Libia nos va a costar 25 millones de Euros. En 2010, las misiones de nuestros militares en el exterior costaron casi 800 millones. Muchísimos, con los que se podría quitar mucha hambre, dar mucho bienestar y administrar justicia coherente a los pueblos que sufren, ¿no creen?

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo Alejandro esta vez tus parroquianos no han dicho nada, sera que habran tenido dificultades como yo para escribir en el recuadro. Yo te digo que esta explicado de leccion y ademas con mucho arte y que me gusta que cantes las verdades como son.

Muchos abrazos como otra veces.

Luis Martin

Anónimo dijo...

Tienes razón. Lo malo es que es una gran verdad. Ojala y no lo fuera. Y lo peor Alex, es que este tipo de cosas pasan, y pasan y se repiten a traves del tiempo, no cambia nada, solo las fechas de los años, pues los gestos de los hombres siempre son los mismos. Pero como soy persona optimista por nacimiento, pienso que quizas esta vez, la nueva generación lo haga mejor y piense más en la humanidad que en el petróleo. No olvidamos que la esperanza quedó en la caja que abrió Pandora y por lo tanto es lo último que se pierde. Ya no por nosotros, sino por los que vienen. Bueno, hoy nos hemos puesto muy serios y eso no es bueno para la salud, así que "pelillos a la mar" . Que tengas una noche y un día mañana lleno de sorpresas agradables, hasta pronto, un saludito de tu siempre lectora y amiga Esther

Mari Carmen Azkona dijo...

“Si los responsables fuesen normales, y en lugar de hacer negocios con las vidas y otras monedas de cambio condenable, sumaran todos los presupuestos bélicos de sus respectivas naciones y supieran ver lo que se puede hacer con tanto, a lo mejor no disparaban ni un tiro. Eso contando con que sus corazones tuviesen un pálpito —solo uno— de sensibilidad.”

Alex, qué razón tienes en casi todo. Desde luego lo que está claro es que no tienen sensibilidad alguna...Pero si han sumado los presupuestos y se han dado cuanta de que la guerra es un negocio rentable, recuerda que España fabrica y vende armas a otros países.

Poco les importa la muerte y destrucción, ni el hambre...la guerra es un negocio lucrativo que tiene y da beneficios.

Eres un gran cronista que debería estar en un periódico, de tirada importante, escribiendo artículos de opinión o editoriales...O quizás no, nos quedaríamos sin nuestro cronista de la vida. Y yo no quiero eso...o sí, deseo lo mejor para ti. Sí, no debo ser egoísta.

Besos y abrazos.

Emilio Porta dijo...

Te había puesto un comentario...largo y, creo que profundo...pero se ha borrado...una vez más debo empezar de cero...había hablado de Mari Carmen ( Atxia en NW, donde arrasa ) porque citaba una frase que ella puso en su blog. Una frase de Mahatma Ghandi: "No hay camino para la paz. La paz es el camino". Y bueno, sobre las causas de las guerras...tanto hay que hablar...sobre todo las libradas en el Norte de Africa. Siempre veo la amenaza totalizadora de que, al final de toda revuelta...está la sombra de acabar con un régimen laico y terminar, como ocurrió en Irán con la revolución islámica, con un gobierno teocrático. El régimen libio y el egipcio y también el sirio y el tunecino...como lo era el de Irak...son, eran, gobiernos laicos. Miedo me da pensar en algunos cambios...
Un abrazo, Alejandro.

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, Luis, por esas palabras palabras que no merezco y por seguirme siempre.

Un abrazo.

Alejandro

Alejandro Pérez García dijo...

Gracias, Esther, por tu comentario. Es cierto, el hombre, desde que lo es, no ha dejado de medrar para gobernar el mundo, aunque ello haya sido a costa de guerras. No sé si las generaciones futuras verán la vida de otra forma, más humana y sin violencia. Ojalá, pero que nunca dejen de sentir la necesidad de cambiar y progresar con esas premisas, sin guerras, sin que medio mundo tenga de dominar al otro medio.

Un abrazo.

Alex

Alejandro Pérez García dijo...

Claro, Mari Carmen, que la guerra es un negocio rentable, muy importante para los negocios de estado, execrables si nos fijamos en la factura humana; esto es, lo que cuesta al mundo una guerra, por más que ganen las industrias de armamento y por muy bien que prueben y pongan a punto sus productos bélicos. Se ha llegado a decir que esta guerra de Libia está sirviendo para eso, para probar los últimos prototipos armamentísticos. Mejor que no sea así. Solo faltaría que para calibrar los controles de calidad haya que matar. Es necesario que cambiemos el mundo, pero para eso hay que cambiar a toda la clase política y crear leyes que regulen sus decisiones desde la voluntad del hombre de la calle.

Creo, querida Mari Carmen, que no hay ser buen cronista, ni siquiera cronista. Basta con levantarse cada mañana y ver el mundo, sentir lo que pasa a nuestro alrededor y expresarnos desde nuestros propios criterios. Para eso hay que tener libertad, la tenemos, pero no basta; hay que llevar nuestro descontento más allá de la barra del bar o de la terraza donde refrescamos el gaznate. Y eso, decir lo que no nos gusta, se puede hacer en cualquier tribuna pública. Esta lo es, aunque me gustaría que tuviese más difusión. Solo os necesito a vosotros, para que sigáis opinando, a favor o en contra, según vuestras propias convicciones.

Besos.

Alex

Alejandro Pérez García dijo...

Siento que hayas perdido tu comentario profundo, Emilio; pero no te preocupes, este también lo es. ¿Te parece de poco calado ver los caminos del mundo desde las influencias laicas y teocráticas? En cualquier caso, y hablando de caminos, estupenda la frase que nos sirves de la mano de Mari Carmen, atribuible a Mahatma Ghandi: "No hay camino para la paz. La paz es el camino". Cierto. La paz es el camino. La paz debe ser el primer objetivo en el devenir del mundo, ocupado por la creencia religiosa con la que cada uno quiera comulgar. Nadie está, estamos, en posesión de una verdad absoluta en materia de creencias religiosas. Lo más sano para una convicencia en paz es respetar los credos y los dioses de los demás. Personalmente, nunca creeré en un dios que siembre el fanatismo entre sus fieles para que no respeten la vida de los demás. Igual no creo en los dioses de quienes quieren terminar con los laicos y teocráticos. Lo que ocurre, querido Emilio, es que con mucha frecuencia el hombre se ampara bajo la barba de un dios en el que puede, o no, creer para justificar sus maldades.

Gracias por estar siempre y aportar reflexiones tam válidas e importantes.

Un abrazo fuerte.

Alex
P/D: Te recomiendo que escribas tus comentarios en Word y luego copies en el cuerpo del coment, para evitar así lo que te ha pasado.