martes, 2 de agosto de 2011

¿DE QUÉ NOS QUEJAMOS?

Creímos que todo iba bien. Hicimos colas para comprar pisos y valores en bolsa, y ahora...


Por Faustino del Monte.


Intentando sacar un poco de grano entre la paja de tanto cabreo ciudadano, se me ocurre preguntar: ¿Por qué hemos tardado tanto en indignarnos? La demora nos ha llevado a una situación insostenible: ha disminuido el sector empresarial, cada vez hay más jóvenes en busca de empleo y muchas familias no cobran nada a final de mes. Hace cuatro años, cuando alimentábamos la avaricia de las especulaciones —así construimos la crisis— nadie se movía, nadie se quejaba.

Debemos analizar nuestros comportamientos y ver qué hemos hecho mal, aunque sigamos castigando a los a los políticos por atender tan solícitos las demandas de los consumidores. Ellos, los capitostes, como saben lo que se pescan, se quedaron con las mejores piezas de los charcos económicos, y miraron al sol —al que más calienta, claro— para no ver las golferías de los grupos financieros. Mientras, las carteras modestas volaban en las burbujas de la ruina.

Nadie obligó a los asalariados a invertir por encima de nuestras posibilidades. Compramos viviendas supervaloradas sin reparar en la saturación del mercado y suscribimos valores mobiliarios pasando por alto los controles de rentabilidad. ¿De qué nos íbamos a quejar? De nada. Tan listos, sólo pretendíamos vender todo a precios duplicados para dejar de currar y vivir del cuento con las ganancias millonarias.

Pero con esos negocios fantasmas sólo ganamos más paro, embargos, quiebras y, sobre todo, indignados. Muchos hemos cogido el petate y ¡hala!, al pueblo, a pagar los tomates más caros que en los mercadillos del foro.

Aquí estamos, en las calderetas de las fiestas. Luego, como tampoco sabremos cosechar nuestro destino, nos quejaremos igual.
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7 comentarios:

el burladero dijo...

Buena pregunta, amigo ¿Porque hemos tardado tanto en indignarnos?
Con cinco millones de parados, con los autónomos y las pequeñas empresas en la ruina, sin ningun futuro para nuestros jovenes y los Sidicatos mirando para otro lado.
En cualquier otro pais de Europa ya estarian desde hace tiempo las calles llenas pidiendo medidas para salir de crisis que en principio fue negada.

Anónimo dijo...

Así es, amigo, como usted dice. Lo que nos ocurre a los españoles es un síntoma más de que nuestras pretensiones por superarnos con nuestro esfuerzo son escasas. Preferimos que nos lo den todo hecho. Es más fácil. Si nuestro coraje fuese otro, nuestro destino sería diferente.

Gracias por acudir fiel a este arrabal del pensamiento.

Saludos.

Faustino del Monte

Emilio Porta dijo...

En realidad, Alejandro, la Humanidad - el 90 por ciento al menos - tiene motivos para estar indignada ahora...y los ha tenido siempre. El Poder es inconmovible y maneja a su antojo a los ciudadanos. Que ahora somos, desde la Revolución Francesa, ciudadanos. Que antes ni eso. Que a un rey se le antojaba una aventura guerrera...pues hala, a reclutar forzosa o en condiciones inhumanas siervos para sus peleas. En el tablero de ajedrez de la Historia los peones han sido siempre más. Pero los que los han movido han sido siempre otros. Normalmente gente con capacidad intelectual para ello. Para el Bien y el Mal. Todos los grandes líderes "populares" salvo Emiliano Zapata...vienen de la burguesía. Esa es la realidad: desde los Ilustrados a Lenin a Castro...bueno, alguna otra excepción habrá. ¿Indignados? Sí, claro. Me gustaría más otra palabra: seres humanos conscientes de su condición y de la de los otros. Mucho papamovil y pocos alimentos a 70.000 niños muertos de inanición en Somalia.

Alicia Uriarte dijo...

Alejandro, por la red corre un listado de más de 100 razones para estar indignados. Es por lo que que yo tampoco entiendo el porqué de que no se note esa indignación. Esa que, al parecer, no ha ido más allá que la duración de un relámpago en una tormenta. a ver si somos capaces de castigarles en las urnas a los mayores artífices de este desaguisado. Mal lo tenemos.

Un abrazo.

Anónimo dijo...

Emilio, Alejandro anda perdido por la Sierra de Madrid y por los pueblos de su Ávila querida, muchos en fiestas: Navaluenga, El Tiemblo, El Barraco, Navalmoral, Burgohondo...

Estoy de acuerdo con todo cuanto dices. Como Alejandro, he comentado en otros blogs que no podemos dejar de expresar nuestra indignación. Pero cuidado, la indignación se ha contaminado. La han contaminado los propios políticos. Los primeros indignados, a los que nos hemos unido desde el principio, llevaban la bandera del orden y un discurso claro contra de los desmanes, la ineficacia, la falta de respeto e irresponsabilidad que tanto abunda en la clase política. Esa es la indignación, la que creo que apoya la población de bien, los indignados que quieren que cambie el mundo, observando los derechos humanos y la justicia social. A ese movimiento, al inicial, no sé si bien o mal llamado 15M, se han sumado otros indignados; algunos con intereses partidistas, que ven cómo los votos de la indignación les van a privar, a ellos y a sus adláteres, de la mamandurria que han disfrutado hasta ahora de forma impune. Los que vengan, ya lo sabemos, antes o después, harán lo mismo. Por eso tenemos que seguir expresando nuestra indignación, pero de una forma seria, organizada y desde fundamentos de Derecho, haciendo que el poder Jurídico esté al servicio del ciudadano, y no al contrario, en beneficio –casi siempre- de la clase dirigente.

Si no lo hacemos así, ¿DE QUÉ NOS QUEJAMOS? Pero eso sólo no será suficiente. También tendremos que mirarnos a nosotros mismo y ver qué estamos haciendo mal en nuestro entorno próximo y familiar. La calidad debemos observarla en nosotros mismos. Para empezar, deberíamos echar una mirada a la educación; a la educación en general, no sólo a la que se refiere a la urbanidad y buenas maneras en la relación humana, también -por poner un ejemplo- a la educación energética y ambiental, y cómo no, a la económica. No podemos gastar más de lo que ingresamos. Eso es asunto nuestro. Un asunto que no nos lo van a arreglar con una reforma constitucional que ponga techo al déficit pero no al gasto. Eso puede constituir una sangría fiscal sin precedentes para la población que paga impuestos. Así, sin la “educación” adecuada, tampoco acabaremos con el hambre del mundo. (Continua en comentario siguiente…)

Faustino del Monte

Anónimo dijo...

CONTINUACIÓN DEL ANTERIOR...

Emilio, dices textualmente “ Mucho papamovil y pocos alimentos a 70.000 niños muertos de inanición en Somalia”. Ni quito ni pongo tilde. No es necesario, está muy bien. Sin embargo, sí que voy a invitar a todos a echar una mirada a los aeropuertos, estaciones y líneas de AVE que están infrautilizados; algunos condenados a la clausura; ¿Cuánto ha costado todo esto? ¿Cuántas muertes, por hambruna, se habrían evitado? También podemos pensar en los negocios del deporte. ¿Cuánto gana un futbolista? Si ganara lo que un funcionario, sobraría mucho dinero para dar de comer a muchos niños de Somalia. Si esto lo ponemos en clave mundial, el ahorro sería considerable. SOLIDARIDAD, pero de eso no entienden ni los poderosos ni los que ganan mucho. También nosotros podemos pensar en el valor de la comida que tiramos; los trajes, camisas, zapatos que compramos y dejamos casi nuevos por no haberlos usado; o esos trastos informáticos, fotográficos, visuales o telefónicos que tenemos arrinconados. Con todo eso también habríamos salvado a muchos niños de un final injusto. Seguro. En cualquier caso, creo que son los gobiernos, esos que organizan cumbres para todo, quienes deben resolver el problema valiéndose de los recursos globales, de todos; no sólo del ahorro que puede conseguirse con el desfile de La Roja un día de triunfo o con cualquier otro acontecimiento aislado, por extraordinario que sea.

Emilio, perdóname. No debí extenderme tanto. Estoy aquí sólo como huésped, hasta que vuelva Alejandro, y no tendré muchas ocasiones más para expresarme como hoy en estas pantallas. Las invitaciones también tienen su momento, su fin. Además ya sabes, “los huéspedes y la pesca...”

Recibe un abrazo junto con mi agradecimiento por la oportunidad que me has dado. Hasta la próxima. Ojalá sea pronto.

Faustino del Monte

Anónimo dijo...

Alicia, como ya he dicho anteriormente, Alejandro sigue ausente. Espero no te importe que sea yo quien te responda, en definitiva soy el autor del artículo al que os estáis refiriendo.

Creo que en la respuesta que dirijo a Emilio Porta, ha quedado –desde mi punto de vista, claro- despejada tu duda:

“ …Yo tampoco entiendo el porqué de que no se note esa indignación. Esa que, al parecer, no ha ido más allá que la duración de un relámpago en una tormenta”, dices.

Los primeros indignados pedían el fin de la gestión catastrófica que están llevando a cabo los políticos que nos representan, que, dicho sea de paso, no cumplen con las premisas democráticas establecidad. Estos políticos que nos apoderan, unos de forma activa y otros con su pasividad, sabiéndose destinatarios de la protesta, pretendieron callar la voz de los indignados. ¿Cómo? Auspiciando la presencia de intereses políticos, ideológicos y económicos. Si los primeros indignados hubiesen acabado con el sistema, como en Islandia, dejarían de vivir muchos enchufados que cobran por hacer nada. Estos, viéndose privados de sus prebendas, también se indignaron: entraron en el juego, revolvieron las cartas y perdimos la partida. La indignación inicial, como tú dices, fue como una tormenta.

Creo que Alejandro comentó en alguna ocasión que los primeros indignados, los serios, lo hicieron mal: tardaron en organizarse, no articularon debidamente sus protestas y quedaron absorbidos por otras instancias con objetivos distintos, diversos. Estoy de acuerdo. Ahora hay que volver a empezar, pero ahora es todo más difícil, pues en el camino se han quemado muchas iniciativas. Tal vez lo ideal sería constituir un partido que exprese, exclusivamente, el deseo de un cambio radical en las prácticas políticas actuales. Quizá habría que empezar por cambiar la Ley de Partidos, pero estando como estamos, ¿quién pone el cascabel al gato? Esa sería la única forma de entran en “el corral de los leones”, abrirles la jaula y que acaben con las carnes corruptas.

La indignación inicial tenía muchas posibilidades. Cada día que pasa, económicamente, todo se pone peor. Cada vez estamos más cerca del precipicio, y hay que tener mucho cuidado, y estar atentos a la vez, con los pasos que se den hacia adelante.

Menos mal que nosotros sabemos que el ser humano, además de poder y fortunas, tiene otros bienes, como la palabra y el pensamiento juicioso, que le hacen grande, invulnerable.

Faustino del Monte