El alcalde de Madrid quiere prohibir el uso privativo de los espacios públicos
He traído a los indigentes hasta estos arrabales de la reflexión animado por el comentario que puso mi amigo Emilio Porta en la entrada que titulé Limpieza municipal (y III).
En la vorágine desenfrenada de la precampaña electoral, el alcalde de Madrid quiere limpiar las calles de mendigos. Para ello, ha pedido una ley estatal que prohíba “hacer uso privativo de los espacios públicos”. ¡Ahí queda eso! Tanto el señor Gallardón como la señora Aguirre dicen que “no se entiende por qué los indigentes prefieren dormir en la calle habiendo plazas libres en los albergues”, y a la vez recortan un 27% las subvenciones destinadas a estos servicios.
Respondiendo a esas palabras y decisión, los sintecho han dicho: “preferimos pasar la noche al raso porque en los albergues no hay tranquilidad, hay pocos empleados y necesitamos algo más que una cama”. Por su parte, trabajadores sociales y ONG aseguran que “los albergues de Madrid, además de insuficientes, son como almacenes, donde solo se da una atención de emergencia, con pocos recursos”.
Hay discrepancias entre las opiniones de unos y otros. Cada cual sacará sus conclusiones, todas serán respetables; pero lo más sangrante es que, gastando los dinerales que se gastan en guerras, en trajes, en crear empresas fantasmas y en otros trinques, haya seres humanos que duermen en la calle.
La libertad del individuo le permite pernoctar donde le plazca, mientras no quite la cama a nadie, pero cuando alguien opta por pasar la noche a la intemperie, en pleno invierno, su enajenación mental está decidiendo por él, y esto es algo muy grave. Llegado ese momento, las autoridades deben pensar en algo más que en los albergues; sobre todo, en tomar soluciones eficaces y olvidarse de leyes que no sirvan para nada.