Deberían ir encadenados, por perseguir solo su bienestar personal.
A miles de kilómetros llegaron las
imágenes de misas y procesiones de Semana Santa, además del doloroso zarpazo
del terrorismo, en esta ocasión desde Bélgica. Algunos políticos elevaron su
protesta puntual a instancias de la prensa pagada, pero no todos respondieron
con el mismo tono. Tampoco en eso se ponen de acuerdo. No los volvimos a ver en
esos días. Quizá prefirieron flagelarse como costaleros o cumplir sus
penitencias descalzos, con capirote y arrastrando cadenas. Quién sabe. Lo que sí sabemos es que todavía
no han constituido el gobierno que surgió de las urnas el 20-D. No nos tienen
ningún respeto. Así, con ese rumbo torcido, encallaremos en el peor puerto después de contabilizar
irreparables pérdidas.
Por poner algún ejemplo, más del 90% de los contratos que se firman son
temporales, y el 31% a tiempo parcial, porcentajes que han experimentado una
regresión considerable en los meses de desgobierno, por más que digan que el
paro ha descendido. Como siempre, el más perjudicado es el trabajador,
despreciado por gobernantes y dirigentes
sindicalistas. A estos apuntes hay que añadir la retirada de capitales
extranjeros invertidos en España. Los inversores no se fían. Por ese motivo, en
2015 la riqueza ha disminuido en 70.200 millones de euros, lo que supone un 10%
menos que en ejercicios anteriores. En el mundo también han bajado estas
cifras, pero solo el 3%.
Son datos aclaratorios,
agravados en el último trimestre. Todo sería distinto si estuviésemos
representados por quienes de verdad persiguen el bienestar social, y no por los
que solo aspiran a intereses personales y partidistas, que deberían ir en
procesión permanente, como penitentes de verdad: descalzos y encadenados. No
estaríamos como estamos, retrocediendo en una pendiente sin frenos ni control.
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