jueves, 26 de abril de 2012

TAMBIÉN LAS CAMISAS

Un tijeretazo de arriba, otro de abajo...

Cuando suponía que la llegada del buen tiempo era puntual, me compré una camisa escocesa, sin estrenar, en el mercadillo de los sábados. No me la probé. Tenía las equis y las eles de siempre. La estrené días después para ir a la consulta de la A.T.S. ¡Que rabia! Me sentí como escayolado; los cuadros, tensos, parecían rombos. La enfermera, después de examinarme,  dijo  que la tensión, las pulsaciones, la glucosa... bien, pero “con los kilos te has pasado, no hay más que verte”, refunfuñó. Ni me pesó. Noté cómo miraba los botones, a punto de reventar. Así que hala, fuera cervecitas, tapas, cenas... No me quitó el apellido porque se distrajo desaconsejando el pan y el azúcar. Yo me disgusté, claro.  Una semana antes había dejado de motu propio los cocidos, el chorizo de la orza y los huevos fritos, placeres desde mi crianza, y ella me salió con eso. A mí lo que me sienta mal es trasnochar, el recorte social y que suban los impuestos y los precios. Se lo dije, ni caso. “¡A caminar, ni coche ni bus ni metro!”, me espetó muy seria. Así voy, tarde a todos los sitios y con cara de lechuga lacia.  Menos mal que no hay cuesta arriba sin cuesta abajo. La camisa ya había perdido algún mondongo cuando me encontré con mi amigo Amadeo, Amadeo Gil Márquez, el protagonista de “Habladurías”. Le confié el problema. Sin mostrar ningún interés por mis apreturas, me contó que había visitado varios pueblos en Semana Santa: las torrijas eran más pequeñas que otros años, y los chatos con menos vino que los zuritos vascos y sin aperitivo. Así están las cosas, añadió. Por lo mismo, los camiseros también meten tijeretazos a sus cortes: tira de arriba, dobladillo de abajo, sisa mangada… Gracias a eso pagan la luz y otros gastos. Así lo contó, tan seguro él, que sabe de esto. ¡Mecagüendiez!  Me va a oír la de la bata blanca.
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6 comentarios:

Manuel dijo...

Si es que, querido Alex, los sanitarios tienen una tendencia exagerada a la culpabilización del más débil. Las apendicitis perforadas son culpa del paciente que no acudió a tiempo al cirujano. Las gangrenas de los pies diabéticos se deben a los excesos del paciente-culpable, que no fue capaz de controlarse ante chorizos y torrijas.Y no digamos de las tensiones elevadas, siempre acompañadas de esos rollos grasos en el abdomen y nuca.

Nada, nada: ¡Culpable!.

Pero ya ves, querido amigo, que la realidad revuelve la cosa contra el verdaderamente culpable. ¡Rajoy, naturalmente!... Rajoy y sdus tijeras.

Que tiempos más tristes atravesamos.

Un abrazo, con o sin quilos de más.

Alejandro Pérez García dijo...

Querido Manuel, ¿qué te voy a decir que tú no sepas? Los pacientes, y sobre todo los que son víctimas de sus malos hábitos, echan la culpa de todo a cualquiera, al sastre, que se equivocó en las medidas del traje, si se trata de un problema de kilos; o al arquitecto que colocó esa puñetera farola en el centro de la acera, si el problema es de reflejos después de muchas copas apuradas... En este caso, la culpa la tienen las tijeras del sastre, que actuan arrastradas por la práctica del gobierno, que nos está llevando a necesidades extremas con las medidas tan drásticas a las que nos está sometiendo. Y este mal, tan profundo, tan enraizado, quizá no tenga cura. Los tratamientos no parece que remedien nada.

Un abrazo

Alicia Uriarte dijo...

Alex, tu amigo tiene toda la razón en lo que han mantenido la denominación de las tallas disminuyendo la cantidad de tejido. Como tú has explicado con ese buen hacer que te caracteriza lo del tallaje de la camisa, yo voy a la ropa de los bebés. En junio mis padres serán bisabuelos de su nieta mayor. Ya nos hacía falta un bebé. En todas las familias debiera haber siempre uno. Debido a ello ahí andamos mirando ropitas. Bueno pues lo que pasa es que han metido también tanto la tijera a la ropa infantil que malamente les cabe en las polainas o los pantaloncitos el consabido pañal absorbente. Ya no vale mirar tallas. Yo creo que vamos a acertar mejor a ojo o llevando la medida con los palmos de toda la vida ja,ja,ja. Ahora que me doy cuenta, lo de cambiar de la talla 90 a la 95 para alojar mis dos buenas razones no va a ser culpa mía ni tampoco de mis hormonas. ¡Es que han metido también la tijera! ¡Qué peso me acabas de quitar de encima! Ja.ja, ja.

Un abrazo.

Alejandro Pérez García dijo...

En primer lugar, querida Alicia, os felicito por la llegada de ese nuevo bebé que alegrará la vida de toda la familia.

Tenemos que buscar justificaciones que nos hagan sonreír ante eso que a veces nos desagrada, como unos Kilos de más. No es que engordemos, ni nos abandonemos, nada de eso, Alicia. Lo que ocurre es que cada vez los años necesitan más espacio para alojarse. No somos nosotros, ni tus razones, ni mis flotadores, es la edad. Lo de las tallas, bromas aparte, es verdad. Me dio mucha rabia que la camisa XXL, nueva, me estuviese más apretada -lo notó la enfermera- que una XL, ya usada, que debería haber encogido después de muchos lavados. "Es que has engordado", me dijo el de la camisería, que es amigo. Fui a la tienda con la camisa vieja y le demostré, una sobre otra, que tenía más tela que la nueva, esta de una talla superior. "Es cosa de los fabricantes", dijo. Tuvo que darme la razón, en secreto, para que los clientes del mostrador no se sintieran estafados. Y es que esto de los tijeretazos es una moda que ha llegado a todos los sitios, hasta las gasolineras.

Muchas gracias, otra vez, y más besos.

Anónimo dijo...

Me estoy pasando y a lo peor no te gusta pero ya puesto seguire ahora para decirte que las cosas de este blog tienen mucha salsa porque vas derecho al bolsillo que es una de las cosas que mas nos duelen y a mi me ha dolido eso de la confecion pues no sabia que tambien los sastres metian asi la tijera.

Otra vez abrazos y mas saludos.

Luis Martin

Alejandro Pérez García dijo...

Me gusta que te pases por aquí siempre que quieras, Luis, claro que si, cómo no. Lo que no me gusta es que no te entre eso de los acentos y los signos de puntuación. Te agradezco que leas y saques conclusiones, pero no es necesario que te excedas. Sé cómo estás. Bastante haces.

Un abrazo de amigo, como siempre.

Alejandro