Los servidores públicos que no cumplan con su deber, ¡a los leones!
No voy a seguir con las injusticias que sufren los fumadores y los que no fuman. Ya está bien de tanto humo. Sin embargo, si que voy a seguir reflexionando sobre los desafueros de otras leyes o costumbres con rango de ley.
Me dio la idea Francisco Matilla, personaje de EL PREMIO (clic para leer). Sus quejas sobre las diferencias sociales y económicas parten del debate mantenido entre los políticos acerca de sus sueldos y las pensiones que cobrarán después de pasar por los escaños del Congreso o del Senado.
Los mandatarios públicos cada vez hacen menos uso del consenso cuando trabajan en beneficio del contribuyente. Sin embargo, para fijar sus asignaciones y prebendas la unanimidad es inmediata.
Cualquier currito de los que cogemos el metro cada mañana tampoco discutiríamos con los compañeros de turno para pactar unas retribuciones fijas superiores a cinco mil eurazos; eso sin contar con los gastos de libre disposición o los tapabocas, que ni se ven ni cotizan. ¡Hay que jeringarse! Y encima, con once añitos de permanencia, cobran el 100% de la pensión máxima. Algunos, con un cinismo sin atisbos de vergüenza, se atreven a decir que es lo justo, dada la importancia y los sacrificios que les exige el trabajo.
A cualquier trabajador nos pone el sueldo el jefe que nos paga, y si no cumplimos, a la puñetera calle. ¿Por qué los políticos tienen que ser distintos a los demás? Otra injusticia.
Si no cambian las leyes y los ciudadanos no podemos poner el sueldo a nuestros servidores públicos y prescindir de ellos por ineptos, sin necesidad de elecciones, tendremos que repasar la biografía del Marqués de Esquilache. Quizá nos aporta ideas sobre lo que convendría hacer.
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